En distintas ocasiones hemos comentado en este blog que el sistema sanitario español afronta un importante problema de sostenibilidad. Al envejecimiento progresivo de la población (la pirámide poblacional se transforma, paulatinamente, en una pirámide invertida) se une el crecimiento sistemático en la prevalencia de las enfermedades crónicas como la diabetes, el EPOC o las relacionadas con el corazón.
Asimismo, nos hemos referido a que las TIC pueden ser parte de la solución. Servicios como la Gestión Remota de Pacientes pueden evitar descompensaciones, ingresos hospitalarios y mejorar el buen control de las enfermedades por parte de los pacientes desde sus domicilios, lo que mejora su empoderamiento y adherencia a los tratamientos médicos prescritos.
Pero si vamos al origen del problema, está demostrado que muchas de las enfermedades crónicas tienen su origen en los hábitos de salud, en concreto, en la dieta, el tabaquismo y el sedentarismo. El EPOC está directamente relacionado con el tabaco, la diabetes con el exceso de azúcar en la alimentación, la hipertensión arterial con el exceso de sal y grasa en la comida…, y todas cursan con mejores pronósticos o tienen menos probabilidad de aparecer en personas que realizan una actividad física deportiva de forma regular. Así que, como es obvio, la mejor medicina es conseguir que las personas no se pongan enfermas. Es lo más barato, además.
Parece de Perogrullo apuntar que los individuos son los primeros interesados en mejorar su estado de salud, presente y futuro, pero la realidad es que no siempre siguen las pautas correctas. Ocurre, por ejemplo, con el hábito de fumar, hasta el punto de que muchos conocemos a médicos fumadores perfectamente conocedores del peligro que corren. Además, el problema tiene un fuerte componente social. Aunque parezca paradójico, la gente necesita incentivos para cuidarse, más allá de la promesa de buena salud en el futuro.
En EE. UU. ya se está actuando al respecto. Oscar es una aseguradora norteamericana cuyo seguro viene de serie con un dispositivo medidor de la actividad física, y paga (o descuenta en el pago de la cuota) a los clientes que cumplen los objetivos de actividad marcados.
En España, algunas aseguradoras como Aegón o Néctar están dando también este paso. Hay ya productos como Inithealth, una plataforma de Personal Health Management (PHM) del Grupo Init, con el que Telefónica tiene un acuerdo, que permite la creación de planes de salud personalizados que incluyen consejos alimenticios, medición de la actividad física con objetivos marcados, y otras funcionalidades orientadas a que los individuos mejoren su estado de salud a través de hábitos de vida saludables.
Muchas empresas comparten este interés con las aseguradoras, por ejemplo Premap o Telefónica (programa FeelGood), ya que una plantilla más saludable repercute en una reducción de las bajas. Y, por qué no, una plantilla más sana, activa y motivada probablemente va a ser más productiva. Se establece, así, un compromiso entre las compañías y sus empleados por su salud presente y futura. Algunas empresas en el extranjero incluso ligan ya el cumplimiento de objetivos y retos en este tipo de herramientas a parte de la retribución variable de los trabajadores.
Y termino con una última reflexión, tan incómoda como necesaria. El grueso del sistema y del gasto sanitario español es público, o sea, pagado con los impuestos. Esto es especialmente cierto en lo relativo a la cronicidad, que es mayoritariamente soportada por el sistema público sanitario. Ya existen «incentivos» públicos a la salud, vía tasas al tabaco, las bebidas alcohólicas y, recientemente, a las bebidas azucaradas. Pero ¿por qué no llegar adonde ha llegado Oscar? Se podrían utilizar sistemas de PHM desde la sanidad pública para beneficiar fiscalmente a los individuos que cumpliesen con objetivos de salud en términos de actividad física y alimentación saludable. Difícil de controlar, sí, pero con unos beneficios potencialmente enormes.
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