Durante los pasados días 27 a 29 de mayo asistí en Sitges al HIMSS Europe 2018, una de las principales citas mundiales en lo que a la transformación digital de la sanidad se refiere. Y este año ha habido un consenso generalizado en las distintas intervenciones respecto a que la sanidad digital en Europa -más que una necesidad, que era como se venía catalogando-, constituye cada vez más una urgencia para los sistemas de salud de los distintos países de la Unión.
Y es que la sostenibilidad de los sistemas sanitarios, especialmente de los públicos, ha pasado de ser un futurible catastrofista a convertirse en una realidad tangible para los profesionales en su día a día. El envejecimiento paulatino de la población en Europa del que tanto se habla se ha agravado por las restricciones a la entrada de inmigrantes desde el tercer mundo, junto a las estrecheces presupuestarias en las que ineludiblemente van cayendo los distintos países, lo que genera un cóctel explosivo de demanda creciente de servicios y una disminución continuada de recursos.
Afortunadamente, en el congreso se han visto varios ejemplos de cómo diferentes sistemas de salud están tomando decisiones valientes de transformación que podrán ser extrapolables a otras geografías. Destaca el ejemplo de Suecia, con un plan nacional estratégico para ser el Silicon Valley de la sanidad digital en 2025 (Vision e-health 2025), que incluye un importante presupuesto y cuenta con un decidido respaldo por parte del gobierno.
En cuanto a tecnología, podría decirse que ha sido el congreso de la inteligencia artificial aplicada a la sanidad: no solo se han podido ver múltiples aplicaciones, sino que se han dado a conocer interesantes conceptos como “Adaptive precision health”, que trataré la semana que viene.
Estos y otros muchos ejemplos coinciden en cuatro factores clave, que constituyen los ejes de un proceso de transformación digital capaz de aportar verdadero valor a los distintos actores del ecosistema sanitario: pacientes, cuidadores, profesionales sanitarios, prestadores sanitarios y sociales, aseguradoras, empresas farmacéuticas y sistemas de salud:
- Énfasis en la prevención. Las intervenciones sanitarias se diseñan cada vez más para afrontar los problemas antes de que aparezcan, para tratar de evitar su aparición antes que paliar sus consecuencias. No es de extrañar, por tanto, que hayamos visto florecer múltiples iniciativas que combinan intervenciones poblacionales de amplio alcance con sistemas tecnológicos de Personal health management orientados a la mejora de los hábitos de salud.
- Patient engagement o compromiso del paciente. Para que un proyecto transformador tenga éxito en el ámbito de la sanidad digital, la colaboración continuada y proactiva de los pacientes es clave. Por ello se está desarrollando un conjunto de tecnologías para integrar el cambio en la vida cotidiana de los pacientes: la “gamificación”, las tecnologías conductuales, la realidad virtual y el Patient healthcare experience han sido omnipresentes en el congreso.
- La concepción cada vez más extendida de que los servicios sanitarios deben tratarse como procesos de entrega de valor a los pacientes. La idea del paciente-consumidor está en el centro del tablero de juego, del que ha desplazado a la eficiencia de los sistemas de salud. Ya no se trata de abordar tal o cual intervención que reduzca el gasto sanitario porque hay consenso en que eso no podrá sostenerse en el tiempo, sino que se trata de diseñar nuevos procesos que, asistidos por la tecnología, transformen el modelo de prestación sanitaria, entregando más “valor de salud” que los tradicionales.
- Por último, se consolida la tendencia a diseñar un nuevo escenario en cuanto a la evaluación de las intervenciones de salud, menos encorsetado por la práctica habitual de los ensayos clínicos de larga duración y entorno de laboratorio, y más abierto a implantaciones a escala en la práctica habitual de los hospitales, y a la recogida y análisis de datos por medio del big data.
En resumen, la transformación digital de la sanidad está pasando de la era de los pilotos a la de la auténtica aportación de valor a escala en los sistemas sanitarios, si bien aún se aprecian muchas diferencias de grado de convencimiento y aplicación entre los distintos países de la Unión Europea.
Imagen: Óscar F. Hevia